Uno de los problemas que nos impide vivir nuestra vida desde la libertad y desde nuestro verdadero ser es el sentimiento de culpabilidad.
¿Somos conscientes de que actuamos constantemente guiados por la culpa y para complacer a los demás?
Paremos un momento y revisemos cualquiera de nuestros actos cotidianos. ¿Cuántos de ellos responden a un “tengo que…”? ¿Cuántas cosas hacemos pensando que así los demás van a tener una buena opinión de nosotros?
Actuamos guiados por un sentido de responsabilidad hacia las personas que nos rodean y nos olvidamos de nosotros mismos.
Aprendemos desde muy pequeños que para que nos quieran tenemos que portarnos bien o hacer determinadas cosas, así que cuando ya somos adultos seguimos en la misma dinámica con nuestra familia, pareja, amigos, jefes y compañeros de trabajo. Cargamos sobre nuestros hombros todas las responsabilidades posibles y no sabemos decir que NO sin sentirnos mal. Somos niños hambrientos de reconocimiento y aceptación, pensamos que solo nos quieren si hacemos lo que tenemos que hacer y no por cómo somos realmente. Ser nosotros mismos nos hace sentir culpables porque nos sentimos egoístas y porque pensamos que los demás nos van a juzgar.
Como llevamos toda la vida comportándonos de la misma manera, somos incapaces de parar y saber de verdad lo que queremos.
Si cada uno de nosotros dejara de esperar que los demás actúen de una determinada forma y al mismo tiempo de actuar según lo que los demás esperan de nosotros, quizás podríamos sentirnos verdaderamente libres. Y sobre todo, podríamos finalmente empezar a conocer quiénes somos de verdad.
Aquí llega otro concepto importante: tenemos miedo a entrar en las profundidades de nuestro ser. Ya que hemos aprendido que ser nosotros mismos era malo y hacía que no nos quisieran, cargamos con esta culpa de ser personas terribles por dentro.
Así que nos escondemos y llamamos a nuestro ser el “lado oscuro”, que es lo que todos llevamos dentro y que evitamos como la peste. Si nos armamos de coraje y bajamos hasta allí, al principio estaremos asustados por lo que podemos encontrar, pero a medida de que vayamos haciendo luz, y quitando telarañas, podemos sacar a la luz el diamante que llevamos dentro: nosotros mismos. Así veremos que todo lo que nos daba tanto miedo no era otra cosa que nuestro lado más brillante, que estábamos escondiendo lo más bonito de nosotros, bloqueando nuestra creatividad y belleza.
Os animo a todos a vivir desde la libertad de nuestro verdadero ser, sacando toda la belleza que tenemos dentro para poder brillar.
Artículo publicado en la revista Energía Vital – Número 7
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