Hoy en día uno de los temas más controvertidos y de mayor actualidad en la sociedad es  cómo vivimos la sexualidad.
La sexualidad es un impulso natural que, al igual que los otros instintos como comer y beber, tenemos que vivir y gestionar de una forma sana para nuestro bienestar.
Venimos de siglos y generaciones de represión, y todavía hoy una gran parte de la población sigue viviendo la sexualidad como un  tabú por razones culturales y religiosas. Sin embargo, en el siglo pasado vivimos una liberalización de la sexualidad, de forma que las últimas generaciones han experimentado esta transición, aunque haya sido de forma caótica. Siendo hijos de padres que no han podido vivir la sexualidad de forma libre, les ha faltado una educación sexual, por  lo cual el único modelo en este ámbito que ha adquirido fuerza y que se ha impuesto como referencia desde la adolescencia es la pornografía. La pornografía representa un tipo de sexualidad puramente mecánica y basada en una excitación visual y mental. La excitación responde a imágenes y fantasías, lo que desvía un instinto natural y salvaje que viene de nuestro vientre, hacia la cabeza. Y así, muchas generaciones han madurado su sexualidad pensando que este es el modelo a seguir, generando toda una serie de expectativas y de consecuentes frustraciones.

Una sexualidad sana viene de la unión de nuestros centros, desde el físico-material y el creativo, hasta el emocional y el intelectual-espiritual. De otra forma, la sexualidad se transforma en una obsesión mental y se reduce a una masturbación a través del otro, sin estar presente en el acto, muchas veces sin ni siquiera mirar a la otra persona a los ojos, y recurriendo a imágenes para poder tener placer. En muchos casos la excitación viene de interpretar roles, por ejemplo, de dominado y sumiso. La sexualidad es un momento en el que cada persona saca todo su inconsciente así como sus emociones reprimidas, y a menudo su culpabilidad aflora a través de estos roles. Si no se toma consciencia  de esto, se producen obsesiones y adicción al sexo que hace que se tenga placer “castigando” o “castigándose”. Este es un placer que no llena, sino que solo crea adicción y vacío, ya que la persona no se enfrenta a los problemas emocionales que le impulsan a vivir el sexo de esta forma.
Existe otro camino que la humanidad necesita explorar para vivir esta experiencia. Es el camino del autoconocimiento de nosotros mismos, de la conexión con nuestro cuerpo, con nuestras emociones, con nuestro instinto, y con lo que nos rodea.
Estamos anestesiados y hemos perdido nuestra verdadera naturaleza salvaje sana. Se trata de volver a escuchar lo que realmente nos dice el cuerpo, sentir con los cinco sentidos, estar presentes y sentirnos a nosotros mismos y al otro. En lugar de interpretar roles, tenemos que aprender a quitarnos las máscaras y ponernos al desnudo delante de nosotros mismos y del otro, entregándonos desde lo más profundo. El sexo es un acto de entrega a la vida, un acto que nos llena y no nos deja vacíos.
No se trata de conocer una serie  de técnicas para mejorar nuestra actividad sexual, sino que se trata de desarrollar una actitud ante la vida en general. Hay mucha confusión en este sentido, sobre todo en el mundo espiritual. Si tenemos una sexualidad de baja vibración y el primer chakra bloqueado, también la espiritualidad será el fruto de la confusión y el caos mental, produciendo rigidez mental y una espiritualidad no sentida. Si queremos evolucionar, primero tenemos que comprender nuestra sexualidad y luego transformarla en un acto de presencia, de celebración y de comunión con el otro y con la vida misma.
Una sexualidad sana es conexión y fusión con todo lo que nos rodea utilizando los cinco sentidos y no se limita al acto sexual. Es estar “haciendo el amor” con todo lo que nos rodea: disfrutar de un atardecer, de una comida sabrosa, del contacto de nuestros pies desnudos con la hierba, o de nuestros dedos con las páginas de un  libro, de fundirse con la música que escuchamos…
Si aprendemos a desarrollar esta actitud en todo lo que hacemos, abriéndonos desde el corazón a toda la vida misma, podemos disfrutar de una sexualidad más plena y consciente.

 

Articulo publicado en la revista Energía Vital – Número 11