En estos tiempos de despertar y sanación de lo femenino, donde las mujeres empezamos a reunirnos en círculo, a tejer redes y a despertar nuestra sabiduría, hay una etapa que no podemos obviar, y con la que nos vamos irremediablemente a topar en algún momento.

Si queremos sanar lo femenino necesitamos también sanar y reequilibrar nuestro masculino interior. Este masculino desequilibrado es lo que ha regido la sociedad de donde venimos y donde nos hemos criado y educado, y está profundamente arraigado en nosotras. No es suficiente con reunirnos en círculo y hablar de hermandad para que mágicamente estemos en armonía y a gusto si por dentro seguimos inconscientemente siendo guiadas por  las viejas dinámicas.

Un reflejo del masculino bloqueado interior es el “juez” o “general” interior: el que está constantemente juzgando, machacando, exigiendo, controlando tanto a nosotras mismas como a los demás. Queremos ser perfectas, a nuestros ojos, y a los de los demás, hijas perfectas, madres perfectas, trabajadoras perfectas etc. que cumplen con sus deberes, están en todo y lo hacen todo bien. Esto nos lleva a un nivel de presión y estrés interno muy grande que nos ahoga, e impide a nuestro femenino más salvaje y más cíclico expresarse. Nos juzga  por no quedar bien con los demás, por no ser complacientes, si aparecen emociones no aceptables como la rabia que está totalmente vetada o por no hacer las cosas como se supone que se deben hacer. Todas estas dinámicas son un gran obstáculo para nuestra evolución personal y para las relaciones con los demás porque no nos permitimos mostrarnos por como somos y tampoco permitimos que los demás lo sean por exigirles o querer controlarles, nos aleja de la empatía, de la emoción y del fluir con la vida. Cuando estas dinámicas están activas nos relacionamos desde el control y la manipulación y así es imposible mantener relaciones verdaderas, de igualdad y donde somos libres de mostrarnos por como somos. Es importante ver y reconocer estos patrones en nuestra vida, mirarles a la cara para sanarles, ahora si, desde nuestro lado femenino: el amor incondicional, la empatía y la comprensión hacia nosotras mismas. La única cura para esta herida es aprender a darnos este respeto, amor y cariño, aceptar nuestros “fallos” dándonos cuenta que no hay errores sino aprendizajes, que todos hacemos lo que podemos en cada momento y entender la importancia de escucharnos y actuar desde allí, no desde lo que se supone que deberíamos hacer.

Otro reflejo del masculino bloqueado interior es la huida, la ausencia, el escapismo, la desconexión, típicos del elemento aire tan volátil. Esto pasa cuando  hay situaciones que emocionalmente no sabemos gestionar o nos sobrepasan, cuando nos cuesta la comunicación tanto interna como externa. A las mujeres nos pasa mucho que por quedar bien, se evita hablar directamente y abiertamente de temas que puedan generar conflicto y esto hace que cosas inicialmente sin importancia se vayan haciendo una bola cada vez más grande. Y cuanto más nos escapamos e intentamos evitarla, nos va apareciendo en todas las situaciones de nuestra vida. El escapismo es una estrategia eficaz sólo a corto plazo porque solo retrasa y hace más grande el problema. Además nos desconecta de nuestro sentir, de nuestras emociones, y así de quienes somos, de nuestro ser. Si en el primer caso el masculino interno es excesivamente presente y nos ahoga, en este caso está ausente y nos falta apoyo, sostén, claridad, estructura en nuestra vida. Aparentemente nos sentimos libres e independientes pero realmente lo que estamos es altamente desconectadas tanto de nosotras mismas como de los demás, porque tampoco podemos construir relaciones auténticas si no sabemos sentir nuestras emociones.Sanar estos patrones pasa por parar y sentir. Dejar de huir y hacer y permitirnos estar, escucharnos, expresarnos.

Realmente estos dos patrones de masculino bloqueado son dos caras de la misma moneda y se sanan de la misma manera. Allí es donde nuestro femenino amoroso puede expresarse y enseñar a lo masculino a aflojar, a sentir, a fluir,  a despertar la sensibilidad, la emoción. Así desarrollaremos un masculino equilibrado que nos cuida, protege, guía y sostiene. Estamos en tiempo de Acuario, el signo que rige la energía masculina, que nos trae la lección que el agua (lo femenino) necesita movimiento y dirección, o se estanca y se dispersa. 

El proceso de sanación va de dentro hacia fuera, así que es fundamental que se produzca esta sanación interna primero del masculino interior de la mano de lo femenino para que podamos enseñar lo mismo a los hombres y dejemos de exigir que los demás sean como queremos que sean.

Daniela Caronia aguadeluna